He cosido postales de tela. Mi madre también lo hacía. Era otra forma de ganarte unas pesetillas, y aportarlas a la economía familiar. Dedicabas muchas horas para ganar poquisimo.Formaba parte de la economía sumergida, era totalmente ilegal, pero no importaba, lo importante era contar con un plus de dinero para ir más desahogados y comprar algún capricho.
Proveía de material una familia de Zaragoza. Nos entregaba : la tarjeta postal ilustrada de cartulina o carton con el motivo y las telas e hilo necesario. La temática era folklórica, bailarinas andaluzas a las que se le bordaba un cuerpo y se cosia faldas de tela de volantes . Trajes regionales. Su destino era el expositor de las tiendas de objetos de regalo que el turismo compraba como souvenir.
Hoy es un recuerdo Vintage, objeto de coleccionistas , hay exposiciones de postales.A menudo estos ejemplares forman parte de esos eventos; a muchos nostálgicos les gusta recordar como parte del acervo cultural de nuestro pasado.
Para algunos parecerá algo hortera, representante de una España cañi, profunda.Era parte de la España folklórica en la que los extranjeros nos reconocían y se llevaban un trocito como recuerdo.
La postal bordada queda en algunos desvanes, en el mío.Te duele deshacerte de ella. Cuando la encuentras y le dedicas un poco de tiempo descubres parte de tu vida , evoca recuerdos, momentos, historias, anécdotas del pasado y recuerdas lo diferente que era la vida en ese instante. Allí está, en algunas casas a las que muchos volvemos en busca de nuestro mejor refugio, aquel en el que crecimos, con los nuestros, con nuestras cosas, olores, colores, sabores; nos gusta experimentar ese recuerdo de vez en cuando, no podemos abandonarlo, nos hace sentirnos vivos y continuar el periplo de la vida.
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